Tristán Soler a través de técnicas sofisticadas en realidad peregrina hacia lo más esplendoroso de la tradición pictórica, se la apropia y nos hace compartir su asombro y sus hallazgos.
No conforme con trasmutaciones alquímicas, utiliza pigmentos que estallan en nuestra memoria como sistemas planetarios y nos pone, mediante el contacto con el objeto estético con partes de sí profundas, con partes de nosotros, su espejo.
Soler en estas obras es inquietante, seductor y enigmático.
Lo que más fascina es el abandono que nos propone ante el color, un color, un trazo para navegar sin amarras ni fronteras.

Luisa Futoransky



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